Palabra Justa: Nos divorciamos
Dos tiempos diferentes. En el primero Sporting Cristal dijo: Sí, acepto. En el segundo dijo: Ya no quiero. Tiempos con intenciones distintas de parte del equipo bajopontino. Para muchos el empate fue un mal resultado. Para otros lo malo fue esperar a Melgar en el segundo tiempo. Y para otros, la misma de siempre: Ahmed eres un @#_¿!, ándate a la ¡(/$%!. Ah y me olvidaba, ¿$&@#_ también le decían. En fin, a estos últimos ni caso hay que hacerles.
Después de un partido tan feo y monótono, es difícil encontrar por donde conducir la opinión. No voy a hablar del técnico, de los jugadores ni del resultado, hablaré de la propuesta. Los números no se analizan; tienen comienzo y fin en sí mismos: gané tanto, perdí tanto y empaté tanto. El análisis es otra cosa. Es preguntarse qué mereció el equipo en función de lo que hizo, considerando el recorrido y los recursos que utilizó. Y para mí, por más de que merecimos o no merecimos, lo negativo que se lleva el equipo fue el cambio de idea, de intención.
Unos meses después que llegó Ahmed, se le criticó de que no convenció a los jugadores y que convenció más a los dirigentes. Conforme pasó el tiempo se logró plasmar (no del todo) un estilo que nos llevó a conseguir el campeonato. Pero veamos, si el técnico cambia de intención, la única repercusión de esa decisión, dejando de lado el resultado, es precisamente, en la convicción de sus dirigidos. El jugador debe tener claro qué es lo que tiene que hacer personalmente en la cancha y qué busca el equipo. De no ser así, puede sacar la conclusión de que él no sabe porque el técnico tampoco. Y así, indudablemente, le perderá confianza a la idea. Y eso fue lo que pasó en Arequipa. Cristal, después de tener la intención de jugar con posesión y mostrar la paciencia como rasgo crucial del equipo, esperando a que llegue la jugada, y por ende el gol, pasó a esperar al rival, lo que en mi opinión genera confusión en el jugador.
El segundo tiempo fue la otra cara de la moneda. Un Cristal que no intentaba recuperar en campo contrario y que esperaba en su campo para salir rápido de “contragolpe”, una intención que puede ser catalogada como un fraude total. Pero no por la mediocridad de la misma, sino por que no existe. El contragolpe es como el amor, se encuentra. No puedes planificarlo. Planificar el contragolpe es una tontería, porque el contraataque puede aparecer, surge, no se prevé. En cualquier juego es fundamental la sorpresa, el engaño, y el contragolpe es eso: sorpresa. Un equipo solo contragolpeador no existe. Entonces, el cambio de tratar de proponer, a esperar al rival, demuestra miedo, inferioridad moral y genera confusión y desconfianza no sólo en los jugadores, también en la hinchada. Así no queremos ver al equipo. Cristal se casó con una idea, pero se divorció antes de morir. Habrá que conquistarla nuevamente.
Alessandro Heredia
Dos tiempos diferentes. En el primero Sporting Cristal dijo: Sí, acepto. En el segundo dijo: Ya no quiero. Tiempos con intenciones distintas de parte del equipo bajopontino. Para muchos el empate fue un mal resultado. Para otros lo malo fue esperar a Melgar en el segundo tiempo. Y para otros, la misma de siempre: Ahmed eres un @#_¿!, ándate a la ¡(/$%!. Ah y me olvidaba, ¿$&@#_ también le decían. En fin, a estos últimos ni caso hay que hacerles.
Después de un partido tan feo y monótono, es difícil encontrar por donde conducir la opinión. No voy a hablar del técnico, de los jugadores ni del resultado, hablaré de la propuesta. Los números no se analizan; tienen comienzo y fin en sí mismos: gané tanto, perdí tanto y empaté tanto. El análisis es otra cosa. Es preguntarse qué mereció el equipo en función de lo que hizo, considerando el recorrido y los recursos que utilizó. Y para mí, por más de que merecimos o no merecimos, lo negativo que se lleva el equipo fue el cambio de idea, de intención.
Unos meses después que llegó Ahmed, se le criticó de que no convenció a los jugadores y que convenció más a los dirigentes. Conforme pasó el tiempo se logró plasmar (no del todo) un estilo que nos llevó a conseguir el campeonato. Pero veamos, si el técnico cambia de intención, la única repercusión de esa decisión, dejando de lado el resultado, es precisamente, en la convicción de sus dirigidos. El jugador debe tener claro qué es lo que tiene que hacer personalmente en la cancha y qué busca el equipo. De no ser así, puede sacar la conclusión de que él no sabe porque el técnico tampoco. Y así, indudablemente, le perderá confianza a la idea. Y eso fue lo que pasó en Arequipa. Cristal, después de tener la intención de jugar con posesión y mostrar la paciencia como rasgo crucial del equipo, esperando a que llegue la jugada, y por ende el gol, pasó a esperar al rival, lo que en mi opinión genera confusión en el jugador.
El segundo tiempo fue la otra cara de la moneda. Un Cristal que no intentaba recuperar en campo contrario y que esperaba en su campo para salir rápido de “contragolpe”, una intención que puede ser catalogada como un fraude total. Pero no por la mediocridad de la misma, sino por que no existe. El contragolpe es como el amor, se encuentra. No puedes planificarlo. Planificar el contragolpe es una tontería, porque el contraataque puede aparecer, surge, no se prevé. En cualquier juego es fundamental la sorpresa, el engaño, y el contragolpe es eso: sorpresa. Un equipo solo contragolpeador no existe. Entonces, el cambio de tratar de proponer, a esperar al rival, demuestra miedo, inferioridad moral y genera confusión y desconfianza no sólo en los jugadores, también en la hinchada. Así no queremos ver al equipo. Cristal se casó con una idea, pero se divorció antes de morir. Habrá que conquistarla nuevamente.
Alessandro Heredia
Bienvenidos al templo
El sábado 9 de marzo, el Jockey estaba predeciblemente lleno. Uno esperaría, al salir del auto y ver las hordas de compradores, que esta frenética oleada se debía al Día de la Madre, el domingo, pero solo hacía falta ver la enorme boa que serpenteaba por docenas de metros, compuesta de disparatadas piezas humanas individuales, para identificar el verdadero culpable: la apertura de la tienda H&M. La compañía sueca emplea a más de 130,000 personas alrededor del mundo, en miles de tiendas, todas con el mismo propósito: modas a precios accesibles.
La ubicuidad de H&M ha sido imposible de evitar estas últimas semanas. La apertura fue precedida por una campaña masiva. Era imposible salir sin ver un enorme cartel con una foto de una modelo bien vestida y un subtítulo anunciando un precio sorprendentemente bajo.
La compañía opera con impecable eficiencia. Al igual que Zara (que es ahora la más grande comerciante de prendas en el mundo), H&M produce nuevos diseños con alarmante velocidad (adaptándose a las vicisitudes del mercado) y con márgenes de ganancias modestas, permitiéndoles ganar cantidades obscenas de dinero vendiendo ropa barata.
El sábado, el culto a lo material mostró su verdadera forma y extensión. Como polillas atraídas al ensordecedor retumbar de la desalmada música empaquetada que salía de la tienda, cientos de personas esperaban diligentemente en línea, como devotos en un templo, para poder presenciar un evento tan histórico. Esta fervor cuasi-religioso al consumismo, en el cual la gente celebra, bailando frente a las puertas de la tienda, el privilegio de poder tener, representa la decadencia de la estructura moral del país.
El Perú se vuelve cada día más desarrollado, algo que es, naturalmente, bueno. Pero con este auge económico vemos que se apodera de nosotros la plaga típica del mundo desarrollado: el amor a las cosas. No me estoy quejando ni de H&M (aunque sí han sido criticados por las condiciones de sus fábricas asiáticas), ni del desarrollo económico, pero me preocupo por el país al ver el ardor de este paganismo moderno.
Cristóbal de Losada